lunes

Un día en las vidas de Jorge-Matías y el lector


Lo lindo que es acercarse al lector, y no solo lindo sino también lo expectante, con un dejo de prevención, por saber qué es lo que ha leído en lo que yo escribí, qué encontró, cómo sintió al texto, si pudo subirse a él y dejarse llevar. Es un descubrimiento. Un amigo, después de leer la novela Un día en las vidas de Jorge-Matías (personaje veinteañero), me dijo que él se sentía como un Jorge-Matías de 59 años; a cierta señora, mayor y vecina de siempre en mi pueblo, no visitante de Buenos Aires, la historia le pareció entretenida, movida y cambiante, ante mi sorpresa de que hubiera andado de acá para allá todo el día con Jorge-Matías, en esta ciudad de locos, sin cansarse; la amiga Clery la leyó en los bares; el amigo Sergio me propuso que la hiciera guión de cine, o me sugirieron que la llevara a tales ferias, o a ciertos programas de Educación; otros me comentaron que reconocían los lugares y las situaciones, que vivían en la ciudad como se vive en la novela, en una búsqueda urbana y dura, o me avisaron que la compraron en tal o cual librería, dándome un preaviso de lectura. Y yo, oyéndolos con toda mi atención, toco lo que me dicen con la punta de los dedos para cerciorarme, asombrada y feliz, de que eso que imaginé y arrojé al mar sea retomado por cada uno y me lo devuelvan después de haberlo navegado.