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miércoles

Milagro en el balcón

Voy  por la esquina de Córdoba y Azcuénaga,  esta  tarde, cuando escucho cantar. Escucho cantar ópera. ¿Es lírica lo que se oye,  entre el ruido de los colectivos y de las motos? Cuando me aseguro que sí supongo que será  un aria para una promoción, una grabación que suena en un altoparlante,  y miro buscándolo,  pero lo que veo es a varias personas paradas en la esquina dejando pasar el cambio de semáforos y mirando para arriba, al edificio de enfrente. Sigo la dirección y entonces lo descubro:  el que canta es un muchacho en  un balcón del cuarto piso del edificio.  Canta ópera,  vestido con vaqueros y el torso descubierto en la tarde de verano, las dos manos aferradas al balcón para sostener la fuerza de su expresión.   Canta  hacia la calle, y su potente voz  de tenor cruza la avenida por sobre el tránsito y por sobre nuestra maravillada suspensión. Así nos tiene, suspendidos de su voz,  hasta que se detiene y entonces le dedicamos espontáneamente un aplauso y unos bravos que lo hacen sonreír divertido  e inclinarse saludándonos. Luego, sin más, entra a su habitación y dejamos de verlo. 

Nos dispersamos de la esquina deslumbrados y llevándonos el milagro del balcón en el bolsillo.