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martes

Observación en estado de calor

En el día de calor insoportable estoy parada en la esquina esperando el cambio de luz  y he visto distraídamente a la mujer que enfrente también espera.  Algo nebuloso me ha llamado la atención antes, tal vez que camina muy enérgica para la pesada jornada o que lleva puesta una camisa demasiado gruesa para el día bochornoso, o que ella también me ha observado…Cuando la luz cambia la mujer se apura a cruzar, se para enfrente de mí  y me pregunta sin más:
̶  ¿Cómo hace usted para no sudar?
¿Eh?  ¿Me preguntó que cómo hago para no sudar, no?  Sí, eso me preguntó. De la sorpresa me demoro en contestar,  estoy pensando cómo ha visto desde la vereda de enfrente que no estoy sudando  y por seguir la insólita encuesta  estoy por contestarle que recién he caminado una cuadra, que con un par de cuadras más me caerán las generales, pero ante mi silencio ella deduce:
̶  Porque es flaca, pero los que no somos flacos sudamos mal.
Pero la mujer no es gorda, para nada, observo, y no entiendo el plural que ha usado. Yo hablo ahora y para democratizar le digo que “los flacos” también sudamos.  Pero ella se retira sin más,  sigue su camino  enérgica y enojada contra la discriminación que haría el calor, y me deja mirándola desde la esquina donde la luz volvió a cambiar. 

domingo

Enero en algún planeta


Tarde de domingo de enero. El calor no es de este mundo. La ciudad inmóvil, las calles desiertas, la gente desaparecida. ¿En cuál planeta estaremos? Seguro que en alguno muy cerca del sol. En uno donde el sol ablanda el asfalto y caldea las paredes y el aire caliente y sucio que respiramos, y que tiene domingos como los de enero en la Tierra,  vacíos, calurosos, interminables.
En la parada de colectivos un humano espera. La nave que vendrá a buscarlo lo llevará por la ciudad de sol fundido hasta los habitáculos donde viven los moradores más pobres de este sistema planetario, allá donde el sol es más impiadoso todavía y se derrite sobre los techos de chapas.  En otros anillos los habitantes tienen aparatos que enfrían el aire,  pero para gozarlos es necesario disponer de energía, algo que no siempre sucede, y quedarse encerrado.

Cerca del sol todo quema.  Minuto a minuto se licúa la tarde ardiente de enero sobre la vida.


Isabel Garin