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jueves

Actuar o no actuar, ésa es la cuestión (monólogo del hombre indeciso)


Actuar o no actuar, ésa es  la cuestión. ¿Qué es más elevado  para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, tratar de acabar con ellas?

Morir…, dormir; no más. ¡Y pensar que con el sueño inducido por  pastillas creemos dar fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡Morir…dormir, tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Pues es forzoso que nos detenga considerar  qué  pesadillas nos pueden sobrevenir en este afán nuestro, cuando nos encontremos enmarañados  en el torbellino de la vida.

¿Es ésta la reflexión que da tan larga vida al infortunio? Pues, ¿quién soportaría los ultrajes y desdenes del explotador, los agravios del opresor que bombardea poblaciones civiles, las afrentas del soberbio financista, los  tormentos del amor desairado, los fallos de la injusta justicia, las insolencias del poder  y los desdenes  que la paciencia de los pobres recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría recuperar su dignidad con la simple acción?

¿Quién querría llevar tales cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor a algo más allá si abandonara  esas cargas, el horrible miedo al castigo del poderoso, el quebranto de la calma anónima, la pérdida de la   reposada indiferencia,  la temida región del desafío de cuyos confines se regresa victorioso o derrotado, alternativa que desconcierta nuestra voluntad y nos hace soportables los males que nos afligen antes de lanzarnos contra aquellos otros que vislumbramos? Así la conciencia nos vuelve cobardes a todos y así el primitivo matiz de la resolución desmaya con el pálido tinte del pensamiento, y las empresas de gran aliento o importancia, por esa consideración, tuercen su curso y pierden el nombre de acción.

Hombre líquido
David dos Santos Feal