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viernes

ESQUINAS Instantánea


A esta hora el sol no tiene compasión  y se descarga sobre las calles con furor  vengativo. En la esquina, el semáforo acaba de ponerse en verde.  La gente  que caminaba lista para cruzar se detiene, algunos retroceden desde la misma calle  y buscan la sombra acogedora del plátano para esperar el cambio de luz.

Pasan autos y colectivos, rasantes, sumando  el calor de los motores al del impiadoso sol.

Bajo el plátano, un vendedor de bijouterie, altísimo y  negrísimo, ofrece sus anillos. Una mujer se los prueba. Unas chicas de secundaria ríen entre ellas, con algún secreto cómplice.  Un hombre de saco y corbata, con la frente perlada de sudor, habla por celular. Un muchacho de bermudas rojas se abstrae mirando a unos albañiles colgados del edificio de enfrente. Una pareja muy joven toma helado de un solo cucurucho.  Un hombre impaciente ya ha bajado al cordón para lanzarse a cruzar en cuanto cambie la luz. Una mujer, con su hijito de la mano, vacila buscando una  dirección y pregunta  algo al  kioskero, que levanta el brazo  señalando un rumbo  con el índice. Al niño le llama la atención la indicación y  queda fascinado  por ella, con la vista fija en el dedo.

La luz cambia. El paso rasante se detiene. 

La esquina, suspendida, ahora se echa a rodar.

El niño pierde la atención puesta en el dedo indicador y desvía la mirada, la madre da las gracias, el impaciente, veloz,  ya está cruzando,  la pareja se mira y sonríe, con el helado acabado, el muchacho de bermudas rojas atiende una llamada, el hombre de saco y corbata guarda el celular, las chicas de secundaria observan ahora al  vendedor negrísimo y altísimo, el vendedor cobra su venta, la mujer paga  y cuando se vuelve,  me choca, justo cuando yo también iba a cruzar.