domingo

Pachamama en Buenos Aires



Acompañando la celebración por la Pachamama hoy estuve en una de sus fiestas. Se el agradece, se le pide, se la cuida, y se le ofrece toda clase de bebidas y alimentos que se vuelcan en un hoyo en la tierra. Mientras, suenan las cajas y cantan las copleras. 

En la larga cola para llegar al hoyo de las ofrendas algunos impacientes reclaman, con discreción, por la espera, y una mujer dice: 
- No es la cola del supermercado. Hay que ser paciente, la tierra es paciente. 
Después de mi ofrenda me levanto y me dirijo  a los chicos que nos cubrieron con un poncho y nos alcanzaron cada una de las bebidas y alimentos y les digo "gracias". Una chica sonríe y me dice: "a ella". 
A la tierra. 











jueves

Brujas en las calles de Boedo


Salía anoche de un supermercado chino sobre Independencia y José Mármol, y caminaba distraída y contraída por el frío,  cuando de improviso una bruja me detuvo en la vereda.
— Tenés mucha luz — me señaló, cortándome el paso y sin ninguna introducción—, veo la luz que te rodea.
Me ha interceptado segura, se ha colocado muy cerca de mí y me clava la mirada al hablar. No espera  pregunta o comentario y sigue.
— Tenés un aura muy luminosa, la veo desde que saliste de ahí — y señala con un  gesto de la cabeza la entrada del super chino —. Vos tenés mucha fuerza, tuviste que pasar muchas cosas difíciles, sobre todo hace catorce años, pero nunca bajaste los brazos y diste pelea  — remarca,  y yo, que la escucho con secreta delicia porque me complacen y me divierten estas interpelaciones, hago la cuenta: hace catorce años era 2002. Claro que las cosas estaban difíciles. Para todos.
—Tu familia  tenía muchos problemas laborales pero tu fuerza la ayudó a superar las cosas malas,  enfermedades, falta de trabajo, abandonos…Tenés unas capacidades que no usás del todo, si las usaras podrías mejorar mucho más tu vida y ayudar a los demás con tu bondad.
Me retiene hablándome con una voz melodiosa y serena pero su mirada fija está atenta  midiendo mis expresiones. Sigue prodigándome halagos extrasensoriales que ella desprende de lo que me ve,  ahí en la vereda, parada frente a mí, y parece que no me encuentra nada malo ni débil y que mi aura resplandece. Me entra curiosidad y detengo su torrente benéfico para preguntarle porqué me interpela así, sin conocerme y sin que yo la buscara.
  —Porque soy vidente — me explica.

Me lo dice con naturalidad, como si fuera que su condición justifica detener a desconocidos no videntes en la calle y hacerles notar lo que ellos no pueden observar. Y después de mi pregunta y de su respuesta el diálogo ha terminado, la videncia se agotó. Ella ve que estoy por seguir mi camino y se adelanta.
— ¿Me das algo para hacer unas compras? — me pide.
Entonces la observo con atención: tendrá unos cincuenta años, el pelo rubio recogido en una cola, un viejo abrigo tejido que le cae grande y deforme, un changuito, que no ha soltado mientras percibía mi aura,  lleno de pequeños cambalaches, y la mirada más atenta todavía, calculadora.  Le doy diez pesos.
— ¿No me darías veinte que tengo que comprar comida para mis hijos? — me reclama con su dulce voz.

Meneo la cabeza con cierta irritación: no me dijo primero a cuánto ascendía su tarifa adivinatoria. Así que  giro y sigo mi camino y creo que ella también gira y sigue el suyo, pero yo no me doy vuelta para ver cómo se esfuma en la noche fría de Boedo. 

miércoles

Un día en las vidas de Jorge-Matías en La balandra



En La Balandra, revista de narrativa y del oficio de escribir, el post de mi novela Un día en las vidas
de Jorge-Matías. Gracias, balandreras!


domingo

Rostros e historias de Latinoamérica en un viaje mochilero

Hará unas tres semanas, una tarde lluviosa de sábado en que editoriales independientes y escritores hacíamos un acompañamiento a la
Biblioteca Nacional, conocí a Gustavo Sanabria. Gustavo, un muchacho colombiano que al terminar sus estudios se había tomado unos meses para viajar por tierra desde su país hasta Argentina, también se había acercado a la feria-actividad. Y estando allí me cuenta que ha terminado filosofía y que es dibujante y escritor, y que viajaba trabajando, quedándose un poco en cada lugar, conociendo, guardando la experiencia, coleccionando vivencias. Y dibujándolas en una carpeta que me muestra, dibujo por dibujo: gente de los puertos y ríos peruanos, de los suburbios y los pueblos ecuatorianos, de las ciudades argentinas, gentes variadas: ex guerrilleros, madres, changarines, tatuadores, campesinas, cocineras, marineros, murgeros, toda clase de gente latinoamericana. Y de otros países que andan entre ellos: gringos, alemanes, francesas...
Me admiran sus dibujos de líneas simples y contundentes y de expresión tierna. Me cuenta que cuando vuelva tiene el proyecto de editar en un libro  este trabajo suyo de haber dibujado estos rostros de Latinoamérimca y de recordarlos en sus circunstancias: en los campos, las cocinas, los hostels, la selva, las montañas, los barrios de Buenos Aires. Hasta entonces va presentando partes en su blog  http://mardoquea.blogspot.com.ar/

Tomo de su Mardoquea este fragmento que navega por un río amazónico llevando gente con nombres de países


La tripulación.


A César lo conozco en la lancha en que viajo de Yurimaguas a Iquitos. Iquitos es una ciudad aislada en la selva, de una cultura tan criminal como Nueva York y tan mágica como Macondo. En esta lancha conozco a un grupo de viajeros que hacen divertidas las largas jornadas en los ríos amazónicos. Y como César nunca se aprende nuestros nombres, siempre nos llama de acuerdo a nuestra nacionalidad. ¡Argentina, venga para acá! ¡Deje de coquetear con las francesas y comparta un cigarro conmigo! Unos meses atrás, Argentina renuncia a sus estudios de ingeniería luego de una crisis nerviosa y emprende un viaje para relajarse. Pero no logra mucha tranquilidad, pues César siempre interrumpe sus momentos de paz. Tan extrovertido como César es Perú, un artesano llamado Miguel, que compite con Venezuela, a ver quién canta más canciones. Perú me dice, oye Colombia, eres extraño, por momentos eres tan ruidoso como nosotros y luego de pronto te vas a tu hamaca a gozar del silencio. Yo acepto el cumplido, me voy a mi hamaca y al rato voy a conversar con las francesas. Les pregunto ¿qué es la culpa? Y responden sacando una bolsa de tabaco que ellas mismas cultivaron.

sábado

Despidos y reclamos en la Biblioteca Nacional argentina

El Colectivo de Trabajadores Bibliotecarios de la Biblioteca Nacional hace llegar su reclamo ante la situación de despidos generalizados:

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 1 de abril de 2016



Las trabajadoras y los trabajadores bibliotecarios de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina queremos comunicar y acercar información a la comunidad bibliotecaria en particular y a la comunidad en general sobre la situación que atraviesa el organismo. Tenemos la responsabilidad de transmitir la gravedad de los hechos que nos toca vivir y el peligro que corren tanto la valiosa labor y los proyectos que están en ejecución como aquellos planificados para el futuro cercano. Estas iniciativas fueron impulsadas por las autoridades, fundamentalmente en los últimos 10 años, y todos los trabajadores de todas las áreas y sectores hemos sido artífices y protagonistas. De esa manera se consiguió posicionar a la Biblioteca como una institución de excelencia profesional, plural, activa y abierta, dejando atrás la imagen de una biblioteca para pocos.

En los últimos meses, esa realidad ha cambiado y fueron suspendidas hasta nuevo aviso tareas y proyectos con implicancias tanto internas como externas. Además, no conocemos de manera completa o formal el proyecto de Biblioteca Nacional del futuro Director quien sólo dio detalles en algunos medios de comunicación masiva. Sabemos por la actual directora Elsa Barber que está informado y en permanente comunicación con ella.

Como es de público conocimiento, los días 21 y 22 de marzo de 2016 fueron despedidos 240 compañeros y compañeras de distintas áreas de la Biblioteca entre los cuales se cuentan bibliotecarios, historiadores, restauradores, archivistas, docentes, técnicos,personal administrativo y de apoyo, auxiliares, entre otros. Algunos compañeros recibieron un telegrama de despido y otros fueron convocados telefónicamente (tras una espera de hasta 11 horas) a la oficina del Director de Administración Marcos Padilla para ser notificados, mostrándoles una copia del telegrama que recibirían luego. Nos expusieron a todos los trabajadores a una situación humillante.
Con los 240 despidos se ven afectadas todas las áreas de todas las Direcciones (Administración, Cultura, Formación Bibliotecológica, Técnica Bibliotecológica, Museo de Libro y de la Lengua) y Departamentos de la BN e incluso algunos quedaron desarticulados casi por completo. Queremos comunicar que en este contexto resulta inviable el normal y efectivo desarrollo de los procesos de trabajo de la Biblioteca Nacional. 

Creemos que contar por primera vez en la historia con una Directora en la Biblioteca Nacional, que es profesional bibliotecaria, docente e investigadora y, además, reconocida a nivel nacional e internacional, debe constituirse en una oportunidad para reincorporar a los 240 despedidos y para reivindicar la labor de todos los trabajadores/as de la BN frente a las autoridades nacionales y a la comunidad toda. En consecuencia las trabajadoras y trabajadores bibliotecarios solicitamos la intervención y el compromiso de Elsa Barber como máxima autoridad actual de la Biblioteca Nacional para:
- Reincorporar a los 240 despedidos
- Dar continuidad a los programas y líneas de trabajo
- Dar a conocer el proyecto futuro para la Biblioteca Nacional

Agradecemos a todos nuestros colegas, a las organizaciones profesionales que nos representan, colectivos de bibliotecarios organizados, universidades, facultades, institutos y escuelas, museos, de la Argentina y del exterior, así como a los usuarios de la Biblioteca, intelectuales y otros particulares, la preocupación, difusión, apoyo y solidaridad expresados en el marco del conflicto en el que se encuentra la Biblioteca Nacional. Asimismo, manifestamos nuestro deseo de que continúen acompañándonos y en particular, instamos a ABGRA, como entidad representativa de todos los bibliotecarios, a participar de manera activa de los reclamos de sus representados en la Biblioteca Nacional.
Colectivo de Trabajadores Bibliotecarios de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno

viernes

Presentación de El río, de Debora Mundani

La amiga Debora Mundani presenta su novela El río. 
El río resultó primera mención en el  concurso de novela Clarín, 2009 y volvió a ser premiada en el Casa de las Américas 2015. Felicitaciones, Debi, por esta edición largamente esperada!




lunes

Un día en las vidas de Jorge-Matías y el lector


Lo lindo que es acercarse al lector, y no solo lindo sino también lo expectante, con un dejo de prevención, por saber qué es lo que ha leído en lo que yo escribí, qué encontró, cómo sintió al texto, si pudo subirse a él y dejarse llevar. Es un descubrimiento. Un amigo, después de leer la novela Un día en las vidas de Jorge-Matías (personaje veinteañero), me dijo que él se sentía como un Jorge-Matías de 59 años; a cierta señora, mayor y vecina de siempre en mi pueblo, no visitante de Buenos Aires, la historia le pareció entretenida, movida y cambiante, ante mi sorpresa de que hubiera andado de acá para allá todo el día con Jorge-Matías, en esta ciudad de locos, sin cansarse; la amiga Clery la leyó en los bares; el amigo Sergio me propuso que la hiciera guión de cine, o me sugirieron que la llevara a tales ferias, o a ciertos programas de Educación; otros me comentaron que reconocían los lugares y las situaciones, que vivían en la ciudad como se vive en la novela, en una búsqueda urbana y dura, o me avisaron que la compraron en tal o cual librería, dándome un preaviso de lectura. Y yo, oyéndolos con toda mi atención, toco lo que me dicen con la punta de los dedos para cerciorarme, asombrada y feliz, de que eso que imaginé y arrojé al mar sea retomado por cada uno y me lo devuelvan después de haberlo navegado.

Escritores en las redes: un espacio más allá de la literatura

(Por Lucila Pinto) La Nación, 15/2/16

Stephen King tiene una perra que se llama Molly y que el 25 de diciembre se quedó dormida debajo de una mesa con un moño rojo atado al cuello. No lo dijo en una entrevista ni es un fragmento de una nueva novela. Lo escribió en Twitter (y subió una foto). Stephen no sólo tuitea sobre Molly; también critica a Donald Trump e imagina historias de terror modernas, que cosechan más de 7000 "me gusta" (y no es raro, ya que su cuenta supera el millón de seguidores). Mientras algunos escritores se resisten -ni Michel Houellebecq ni Ricardo Piglia tienen cuentas propias en redes sociales, por poner dos ejemplos arbitrarios-, muchos otros son usuarios activos. Aunque el uso más común es el de la autopromoción (novedades editoriales, talleres literarios, entrevistas realizadas), también publican sobre lo que les pasa y sobre lo que piensan. Opinan a favor de un gobierno o de otro, o se quejan porque el calor trajo muchos mosquitos. Y, al igual que todos los seres humanos con una cuenta en una red social, crean una imagen ante los ojos de los demás, a veces a conciencia y otras sin pensarlo demasiado.
La diferencia con los demás mortales es que la materia prima de su trabajo, lo que los hace personajes públicos, es la misma que se pone en juego en las redes sociales: el lenguaje. ¿Cómo se llevan las redes sociales con la literatura? ¿Qué leyes comparten? ¿Escribir en ellas es un acto ligado a la escritura o son dos cosas bien distintas? ¿Cómo las usan los que escriben?
Luis Mey, autor de las novelas Los abandonados (Factotum) y El pasado del cielo (Seix Barral), entre otras, está acostumbrado a compartir en Facebook fragmentos de lo que está escribiendo. "Llegando a la recta final. Incluso le voy a cambiar el título. Les dejo el último fragmento. Algún día, tal vez, con mucha suerte, se lea en libro", subió a su cuenta personal en octubre de 2015, y pegó a continuación un párrafo de una novela que aún no se publicó.
¿Por qué esos adelantos espontáneos? "Es un soporte de publicación como cualquier otro, y acompaña la escritura, le da empuje, motiva y devuelve más rápido el sentido de lo que se te puede escapar. Dura lo que dura una publicación virtual, pero así de inmediata es también la devolución. Instruye más de lo que se cree. Reabre las reglas del proceso creativo. Además, hoy las redes son la principal herramienta de promoción. Es la única segura, la que no te deja a pata. Las otras -críticas, entrevistas- son una posibilidad que no siempre es segura. Se publican muchos libros y el espacio de promoción de medios culturales es estrecho", explica.
En la misma línea, Félix Bruzzone -publicó Los topos (Literatura Mondadori) y 76 (Momofuku), entre otros- sube microcrónicas sobre el trabajo al que se dedica cuando no está haciendo literatura: limpiar piletas ajenas. "Es una lástima romper ese equilibrio de flores y agua cristalina, pero así es la vida en los jardines de por acá. Romper milagros y esperar otro. Siempre alguno llega. Hay que estar tranquilo y saber esperar. Los jardines son profesores de yoga", compartió, por ejemplo, el 13 de enero.
"Escribo en Facebook porque está muy a mano y tiene bastante tránsito, y porque una vez publicado ya me lo saqué de encima. Es una experiencia de escritura mucho menos calculada que la que uno puede hacer en cualquier otro soporte", explica, y agrega que existe la posibilidad de que eventualmente se publique un libro con esas crónicas.

La ventana indiscreta

El 3 de diciembre, Pedro Mairal, autor de Una noche con Sabrina Love, entre otras obras, se preguntó lo siguiente, en forma de verso y en Twitter: "En la mañana de calor / ¿qué se gritan los paraguayos / de un andamio a otro?". Aunque la mayor parte de sus tweets van por el camino de la promoción -de sus talleres y publicaciones-, en su timeline cada tanto aparecen, como perlitas en una jungla hecha de otro material, ese tipo de intervenciones.
"Hay una matriz de haiku, de poema breve, y es interesante instalarlo en ese lugar de circulación veloz. Pienso mis tweets, sí, los premedito a veces. Soy bastante obse. Supongo que sé que hay una expectativa distinta en los seguidores por el hecho de que soy escritor. Pero no pretendo hacer una obra en Twitter, ni recopilar tweets, ni nada así. Tampoco creo que me influya el estilo como sí hicieron los blogs. Lo extraño es que si lo publico en papel, en un libro de poemas, se imprimen quinientos y lo leen doscientas personas a lo largo de cinco años. Si lo pongo en Twitter, quizá lo ven dos mil personas en un rato. Eso es lo que creo que hay que aprovechar de las redes sociales, una posibilidad de comunicación poderosa", dice.
Aunque para Mairal no haya sido así, ¿pueden Twitter y Facebook modificar la obra de un escritor? Además de publicar, ¿sacan material de lo que ven ahí? Según Pablo Ottonello, autor de Quiero ser artista (Tenemos las Máquinas), hay un impulso literario en ser espías de las vidas ajenas. "Es La ventana indiscreta en su versión institucional", dice.
Ottonello se resistió a usar redes sociales hasta mediados de 2015, cuando se fue a vivir a Iowa City, un pueblo del Midwest de Estados Unidos, para hacer un máster en escritura creativa. Después de haberlas prejuzgado por mucho tiempo ("Mi temor, un poco obsesivo, era que me distrajeran demasiado a la hora de trabajar, como pasa con Internet, el Aleph del que hablaba Borges"), se abrió una cuenta en Facebook para estar más conectado en la distancia con la familia y los amigos. Enseguida, empezó a publicar en esa misma red social una serie de "Cartas a Mark Zuckerberg", donde le cuenta que se metió de cabeza en el loop frenético de la red que él creó.
"Me sorprendió cómo la gente elige narrarse a sí misma. Como le escribí a Mark en una de las cartas, me recordó a un texto de Piglia en El último lector, en el que habla de Freud y la literatura: sobre cómo el psicoanálisis nos permitió ver nuestras vidas menores como vidas épicas, vidas de héroes. Me gusta pensar que, a su modo y con sus infinitas variaciones, Facebook replica eso. Facebook me parece un género literario. Y Mark, entonces, sería el demiurgo. Eso se lo dije también, en una de las cartas", explica.

Borges y la biblioteca

Las norteamericanas Margaret Atwood y Joyce Carol Oates son otras dos escritoras muy activas en Twitter. Los temas de Oates suelen ser mascotas perdidas, política, neurociencias y poesía. Atwood, en cambio, es prolífica en elretweet: comparte lo que twittearon otros (y cada tanto sube material propio). Mientras tanto, en Facebook, el cuentista y novelista dominicano Junot Díaz escribe y comparte artículos sobre la integración de los latinos en Estados Unidos.
Muchas veces, las redes sociales son un lugar para opinar, sea sobre proteccionismo animal, sobre política o sobre literatura, para mostrar en qué lugar del mapa de las ideas está parado uno. Para Enzo Maqueira, autor deElectrónica (Interzona), entre otras novelas, esa es su función fundamental. "Hay una representación de mí como escritor que es en las redes y yo me tengo que ocupar de que siga siendo. En la era de la autogestión y la sobreinformación, el artista tiene que abrirse paso. Las redes son la forma más directa de conseguir visibilidad, pero también de discutir", dice.
Las peleas en redes sociales entre escritores existen. Maqueira, por ejemplo, fue foco de un intercambio con el editor y poeta Damián Ríos, después de que Ríos criticara sus apariciones en los medios.
Aunque admite que a veces le dan fiaca, le sale fácil prenderse en esas polémicas: "No se puede pensar a Borges sin la idea de una biblioteca. Lo mismo pasa con nosotros y las redes. Ser parte de ellas implica participar de una discusión constante sobre los temas en agenda. El nuevo paradigma de escritores no le da la espalda a su tiempo y dialoga como se dialoga hoy: en redes sociales, con fotos de gatitos, con tweets, con lamentarnos todos cuando se muere David Bowie. No se puede estar ajeno a las redes sociales, porque son la gran marca de la época".

domingo

El tiempo no para


 
Así, con la frase que remite al tema de la Bersuit, abre el calendario artesanal que recibí de regalo en el arbolito, a fines de 2015. Me lo regaló mi hermana María Elena, que ilustró cada mes con una obra suya, de sus pinturas.Y ya estando en febrero y viendo que, en efecto, el tiempo no para, me acomodo a él  y empiezo, con demora, los rituales del año. Uno de ellos: renovar la agenda  2015 y el índice de direcciones, esas que siguen estando en papel porque el directorio del celular y los contactos del correo electrónico no pueden contener todas las direcciones de mi vida.  

Primero renuevo la agenda tirando las páginas 2015 para colocar las del 2016. Miro las anotaciones: encuentros, turnos, recordatorios, a ciertas horas, en ciertos días. Ya pasaron, se deslizaron por el año anterior, se perdieron en el tiempo, en eso que corre para atrás en el deslizador de la memoria. Veo notas subrayadas, signos, círculos, llamados, alertas por asuntos a los que debí atender, mientras iba llenando las páginas de la agenda una después de otra, una seguida por otra,  incansablemente.  ¿Adónde se fueron esos apuros,  esas previsiones y esas esperas? ¿Qué más queda además de estas anotaciones con tinta azul?  Algunas me dan risa: arreglos o acuerdos que no se concretaban,  repetidos llamados y búsquedas, tal vez con enojos incluidos, visibles ahora como  huellas  sobre el suelo inmaterial del tiempo.

 Y este año sí, después de varios años de no hacerlo, me tomo el  trabajo de renovar el índice de direcciones.  Me asombra su desactualización.  Familiares que ya no viven donde dice ni tienen este teléfono, tíos y amigos muertos, compañeros mudados, absolutos desconocidos: ¿quién es éste que dice acá? ¿Y ésta? No recuerdo porqué los tengo anotados, ¿habrán sido importantes en su momento? Y hay otros asentados en actuales categorías de indeseables, o redundantes, o (sin ningún cariz peyorativo), inútiles.  A veces no me reconozco en el registro de tal o cual, ¿yo lo anoté,  y para qué  anoté  a tal  o cual si nunca, pero nunca,  lo voy a llamar? ¿Y por qué sigo teniendo anotada a tal persona si no quiero  saber nada de ella?


 

Limpio y hago práctica quirúrgica sobre nombres y lugares, corto, arranco, y también agrego. Anoto nuevas direcciones, marco en el espacio con renglones de cada hoja las señales donde hallarlas. Registro a los allegados para que no se me pierdan en el año que se deslizará nuevamente, para que sus nombres no desaparezcan en el transcurso incesante de un día después de otro, uno seguido por otro, indetenibles, porque en verdad el tiempo no para. Los registro también para reconocerlos a mi lado, de mi lado, en la trama laboriosa  de esos días que voy a tejer desde ahora, cuando el año es nuevo todavía, en una  urdimbre  que el próximo año me parecerá otra vez liviana y olvidable.





miércoles

Anochecer de enero en Costanera Sur

Atardecía el domingo y el calor seguía siendo tórrido. Me fui a Costanera Sur, a respirar más cerca del río y donde hubiera verde y espacio abierto. ¿Sabían ustedes que allí se arman flor de bailes los domingos? Yo no lo sabía porque hacía mucho que no andaba al atardecer por allá.  Caminé entre otra gente que paseaba y entre las mesas de los barcitos que también seguían  abiertos. Los puestos de comidas  no se habían levantado y sus luces eslabonaban la perspectiva a lo largo.  A un costado, la Reserva Ecológica se iba oscureciendo y allá y más lejos se perfilaban algunas aves acuáticas,  blancas, ya quietas en sus nidos o sobre el agua en la Laguna de los Coipos, la más cercana a la calle. El contraste entre el movimiento y el ruido en la calle y la calma que trataba de buscar la Laguna era muy grande, más bien contradicción.

Seguí caminando y una cuadra más adelante  vi a un grupo de personas que se movían y se agitaban cerrando la vereda, y cuando estuve más cerca escuché una chacarera. Se bailaba chacarera en la Costanera Sur. Alguien atendía el equipo de música y al parlante;  las parejas eran desiguales en edades, en altura, una mayoría mixtas y la otra parte de mujeres, pero todas bailaban sonrientes y alegres de adueñarse del lugar chacarereando.

Dejé atrás a los folklóricos, seguí mi camino  y un par de cuadras después vi a otro grupo de personas que también se movían cerrando la vereda.  ¿Otro grupo de bailarines? Me acerqué y los descubrí con sorpresa: estos bailaban salsa, y no eran pocos, serían unas treinta parejas. La música irresistible sonaba en ambiente en el  anochecer caluroso, y las parejas bailaban muy bien. ¿Todas bailan bien?, me pregunté, observándolas con un poco de envidia: sí, todas lo hacían bien, no había ninguna aprendiendo ni ninguna torpe. Bailaban sudorosos, concentrados, sensuales, algunas parejas mirando a los pies, otras, tal vez las enamoradas, mirándose a los ojos. Así que salsa en Costanera Sur.

Seguí caminando ahora con confianza de que más adelante  habría más gente bailando, y no me defraudé: allá, una cuadra después, las luces de un barcito iluminaban a otro grupo. Ya más cerca me desconcerté: ¿sería un ensayo para alguna presentación? Estos sí que parecían ensayar, parecía que estaban aprendiendo una coreografía. Todos bailaban sueltos,  orientados hacia la calle,  y dibujaban coreografías elaboradas. Yo me hubiera perdido, creo, no podría memorizar más de tres o cuatro movimientos. Pero ellos fluían de uno en otro, a izquierda, a derecha, pasos adelante, pasos atrás, arriba los brazos, ahora a un costado, después al otro,  con una música mezcla brasilera de cumbia y reggaetón que no dejaba de hablar y que no les daba un momento de respiro. Uh. Sudaba yo de verlos a ellos.

Para entonces ya era de noche, y era noche de luna llena. Esperé que apareciera detrás de la arboleda de la Reserva. Mientras, me incliné sobre el agua silenciosa de la Laguna de los Coipos, con sus juncales, sus camalotes y sus aves dormidas, y descubrí innumerables bichitos de luz. ¡Qué bonitos! Hacía mucho que no los veía. Prendían y apagaban la noche que se deslizaba sobre la Laguna. Y un poco después la luna llena, redonda y roja de sangre lunar, se levantó sobre  la Costanera.